
“Pasión detectivesca y debilidad por la bohemia”
Andrea Camilleri y Petros Márkaris constituyen referentes de una tendencia interesante en el género policial: autores del mundo audiovisual que se pasaron a la narrativa. Como los aficionados al género negro saben, Camilleri trabajó por décadas como guionista de tele hasta que se cabreó, se le soltó la mano y creó al comisario Montalbano, un siciliano apasionado por su tierra que después se transformó paradojalmente en protagonista de una serial de tele. El nombre del detective es un homenaje al gran Vázquez Montalbán. Márkaris por su parte fue guionista de Theo Angelopoulos, el maestro del cine griego, responsable de una filmografía con fuerte contenido político. La onda crítica le quedó a Márkaris y su obra policial/negra también alcanzó renombre mundial, dándole duro a los militares, los popes, la crisis griega y la desidia de sus compatriotas. En esta charla con Toño Freire hablamos de su experiencia en el paso de la televisión y la dramaturgia a la novela negra, con todo y detective, en este caso el periodista Rakatán, un icono de la crónica roja nacional.
–Entrando de frentón en vena interrogatorio, ¿es también tu caso, Toño, el salto desde la elaboración de programas de cine/televisión a la prosa popular, que eso es para mí el género policial/negro?
–En mi caso, el aterrizaje en la escritura policial se dio hace quince años cuando descubrí que en mis noveles andanzas como periodista de espectáculos de los años anteriores al golpe militar, existía un riquísimo material en que music hall, sexo, pasión, revoloteaban libérrimamente con sangre, drogas, crímenes. Ese plasma, por cierto, no era únicamente diversión: en su ciénaga profunda existían desgarros sociales aguardando un escribidor que los denunciara. Hasta entonces, aprovechando mis experiencias docentes y de director de televisión, sólo había entregado textos que abordaban materias de docencia audiovisual y comunicación. Los ejemplos que tú señalas son fenomenales y en mi modesta situación, confieso que también gravitó en mi acercamiento al género el nacimiento del evento Santiago Negro desarrollado por nuestro colega y amigo Ramón Díaz Eterovic, y el agregado diplomático del Centro Cultural de España. Estupenda iniciativa proyectada a diversos sectores sociales y que debería reeditarse para beneficio de la difusión literaria policial.
–¿Y cuál fue para ti la primera inspiración?
–El Teatro Ópera, abierto en el verano de 1953, la creación revisteril de Buddy Day, (Antonio Felis Peña) ex crooner y director de orquesta uruguayo. Titulé la novela Rakatán: ¡Hay ambiente en el Bim Bam Bum! en homenaje al reportero Osvaldo Muñoz Romero que fue el amigo que me hizo conocer escenario, talleres, camarines de la bellas vedettes de la sala de calle Huérfanos. En 1960, recién egresado de Periodismo, empecé a pastorear en esa fascinante colina. Supe de los romances, robos y disputas entre las chicas; desengaños, explotación por sus cafiches y llantos que las empujaron a abortos y suicidios.
–En efecto, la noche de esa época era tentadora para cualquier persona. Cuando yo era escolar en colegio de curas, escuchaba con envidia y cierto temor a mis tíos que hablaban de esas maravillas con sabor a prohibidas. Pero, ¿hubo otros factores que te atrajeron hacia las marquesinas?
–Crecí en tiempos sin televisión en que al amparo de las emisoras y el emergente cine sonoro en los círculos familiares reinaban música, canciones y se leía mucho. Si los radioteatros de María Llopart, Nieves López Marín, Luchita Botto concentraban oyentes, otro tanto ocurría con el teatro de Alejandro Flores, Rafael Frontaura, Américo Vargas, Pepe Rojas. Pasar de aquellas influencias a la redacción de cuentos y poemas, era casi una obligación. No obstante, en mi arrimo al género negro, así también contribuyeron las técnicas de investigación periodística y las experiencias de vida, que fueron vitales. Tuve la fortuna de vivir a concho las alucinantes noches sesenteras esculpidas por las demandas justicieras estalladas en París o dibujadas por hippies romanos; y luego bebidas por los reformadores criollos hasta emborracharse en un mural palpitante de hazañas y farras. Muchos de los pasajes descritos en mis páginas son autobiográficos, pero la otra mitad pertenece a otros. El saber escuchar y anotar en libretas o servilletas de papel (hay un libro de Mr. Huifa con ese nombre) es una técnica que adquirí de los viejos reporteros.
–Mencionaste la radiotelefonía, de la cual yo también fui y sigo siendo devoto, ¿recuerdas huellas importantes al interior del género policial?
–Por cierto. Aunque sea reiterativo, los puestos de avanzada corresponden a dos producciones muy opuestas dentro de la estética radial: El siniestro doctor Mortis y La Tercera Oreja. Truculenta, efectista, la de Juan Marino Cabello con libretos de su esposa Eva Martinic; más elaborada, intelectual, la del español Joaquín Amichatis, identificada por el timbre vocal de su narrador Poncho Merlet. Junto a ellas, se debe ubicar asimismo al Comisario Nugget que la desde la noche que cambió de auspiciador mutó en El Inspector Gillette, pero sin modificar su intérprete característico: Agustín Siré, excelente actor, director y académico universitario.
–Como integrante de los equipos iniciadores del Canal 9 de la U. de Chile y de la TVN primigenia, ¿crees, Toño, que el medio televisivo ha reconocido debidamente el género negro?
–Interpelación lacerante y respuesta que avergüenza. Lo señalo como profesional audiovisual y con la mirada del crítico que semanalmente la comenta en radio Universidad de Chile. Ya se cumplió más de medio siglo de programación y las huellas policiales son débiles. Cuando en 1962 Raúl Aicardi inventó No pasar que cada martes graficaba un caso policial narrado por el ya nombrado Alfonso Merlet –había locuteado en micrófonos norteamericanos– se pensó que el filón negro seguiría explotándose. Nada de eso ocurrió. Apareció la TV estatal, luego la comercial, hubo un par de de abortados intentos y enseguida el silencio absoluto. Panorama sorprendente en circunstancias que se tenía el antecedente de que, en 1981, la serie La Madrastra, transmitida por Canal Trece, alcanzó en su noche final el rating imbatido de 81,2 al revelar el nombre del asesino. Si alguien duda que la obra de Arturo Moya Grau fue una clásica producción telenovelesca y no una pieza policial, le puedo narrar que jamás vi más enojado a su creador que la noche en que me increpó: Tú, al inventar en La Tercera el concurso “¿Quién mató a Patricia?” me obligaste cambiar mi trama sentimental en una producción policial. Ganamos en popularidad, pero ¡no sabes lo que he tenido que trabajar!
–En el tiempo presente, ¿hay, según tu visión, otros ejemplos relevantes de la conexión dramaturgia y género negro?
–Indudablemente. Y sirven para reafirmar la tesis del valor programático del género. Notable fue Carlos Pinto con Mea Culpa y en cualquiera de sus otras escabrosas versiones que acapararon las pantallas. De la misma forma que la adaptación del Inspector Heredia de Ramón Díaz Eterovic encarnado por César Arredondo. Volviendo al formato telenovelesco, la episódica ¿Dónde está Alicia? es otra muestra de su efectividad. En series, invocación especial merecen los detectives privados Huaiquipán y Tolosa que los consagrados Benjamín Vicuña y Daniel Muñoz mantuvieron dos temporadas en el Trece. Era una adaptación de la probada puesta argentina Mosca y Smith protagonizada por Fabián Vera y Pablo Rago que, asimismo, fue remake de los famosos Starky y Hutch estelarizada en los años setenta de USA por Paul Michael Glaser y David Soul. Existiendo más ejemplos foráneos de duplas policiales exitosas (Cagney y Lacey), ¿por qué tuvimos que aguardar la producción bonaerense para copiarla?
–Y tus cuatro y originales obras enmarcadas en el género policial, ¿no estimas que pueden ir a la pantalla? Se me ocurre que los actores realmente artistas y no mercachifles publicitarios de su “rostro”, se pelearían por encarnar a Rakatán.
–Querido amigo, tocas una fibra sensible. Creo que tres de ellas, por los ambientes en que ocurre la acción, época y ricos personajes, están pintadas para la tele. El enigma de la cinta con el último discurso de Allende, navega por un trasfondo más político. Sin embargo, debido a que con mi primer título Rakatán: ¡Hay ambiente en el Bim Bam Bum! viví una desagradable experiencia, le tomé miedo a los cantos de sirena. Una vez me la pidieron para llevarla al teatro; amable, cedí gratuitamente los derechos. Sin avisarme, motivados por el provocativo texto, después la montaron en las tablas con otro nombre. Peor fue la situación con la TV: un par de jóvenes me llamaron diciéndome que aprovechando mi material literario habían ganado un Fondart y que deseaban les entregara más información para llevarla a la pantalla. Por frescos los mandé a buena parte. Comiéndome las uñas de rabia, lo vi después en la red territorial con las correspondientes modificaciones. Cuando se es honesto e idealista, ¿qué se puede hacer en estos casos? ¿De adónde sacas dinero para entablar un juicio? Enseguida de esa vivencia, temo que con Rakatán en La Sirena (la boîte de José Aravena en avenida Irarrázabal) y La Carlina, Heroína nacional (con aspectos políticos ignorados de la principal zarina criolla), me vuelva a pasar el mismo desastre… Aunque debo confesarte que estoy tentado en dar la aprobación a un realizador de comic interesado en Rakatán.
–Lamentable, la cultura de la deshonestidad parece que se ha impuesto en nuestro país como parte del “modelo” mercantilista, ¿no? Volviendo a Rakatán, ¿qué te motivó a transformar un profesional digamos tópico, un reportero de prensa, en un detective de ficción?
–Para responder debo viajar al pasado, a los años en que se formó el periodista Osvaldo Muñoz Romero que después firmó sus crónicas como Osmur y Rakatán. Nacido a inicio de los años veinte, su mente infantil y adolescente vibró y disfrutó con los maravillosos personajes que de cuadro a cuadro o capítulo a capítulo llenaron el imaginario de seriales, libros y películas. Él soñó y se codeó con Dick Tracy, el Agente X-9 que dio paso a Rip Kirby; el inspector Ellery Queen y Doc Savage lo deslumbraron y jamás se cansó de leer a Ellery Queen, Lester Dent o Arthur Conan Doyle. Con esos entes y parajes sospechosos creció el joven que el destino puso en 1939 entre los fundadores de la revista VEA, baluarte del periodismo policial chileno durante décadas. A su pasión detectivesca, con el tiempo el reportero sumó su debilidad por la bohemia y las estrellas de los escenarios. Habiendo trabajado con él en Canal 9, revistas Ecran, Flash, Novedades, radios Santiago y Carrera en el programa Fauna Show, etapa a etapa fui comprobando su sagacidad, capacidad de inducción, olfato policial. Fortalezas que me incitaron a convertirlo en modelo para mi Rakatán. Su estatura menuda, uso de corbata humita, cuidado bigotito, peluquín que desvergonzadamente se sacaba para saludar, imaginación desbordada y simpatía innata, me convencieron de que él tenía que ser el sabueso de mis novelas.
–De lo que ocurre en la actualidad con la TV Cable respecto de las producciones policiales, tal vez tendrás una opinión diferente.
–Tu percepción es certera y son muchos los factores que justifican tan constante presencia. Trataré de ser sintético. Están la historia, cultura, tradición, oficio, manejo comercial. Algo esbozamos antes pero hay que recordar que ya en los comienzos del cine mudo sus realizadores bebieron del misterio para completar sus bobinas de 500 metros de celuloide. El tránsito a la imagen sonora continuó explotando delito y terror con investigadores y cintas que ahora son de culto. En los prolegómenos televisivos ocurrió otro tanto. Las 525 líneas chilenas se plagaron de ejemplos que colaboraron a su expansión. Larga es la fila: Misión Imposible, Baretta, Kojak, Columbo, Elliot Ness y los Intocables, Luz de luna, Magnum… Fui testigo de la noche en que el rector de la “U” llamó reclamando por qué no habían trasmitido Perry Mason. Muchas de las series estuvieron al servicio del fomento del turismo: Nueva York, San Francisco, Hawai, una estrategia que continúa siendo socorrida por las producciones europeas. Si en el tiempo de las series hubo escritores famosos como Mike Spillane que inventó a Mike Hammer, hoy ocurre lo mismo con el renovado Poirot de Agatha Christie y el fenómeno provoca que autores de la talla de Alan Hunter redacten para el Inspector Gently de la pantalla inglesa, y Andrea Camilleri haya sido guionista del popular Inspector Montalbano de la región siciliana. Un éxito de rating que incluso empujó a los italianos a producir El joven Montalbano, que se distancia mucho del personaje original.
–Es verdad, muchos tenemos en la memoria sentimental algunos hitos de las series policiales de la TV de otra época, yo recuerdo Los Vengadores, inglesa, con la inolvidable Diana Rigg, que se mueve en los bordes del género negro; también Spenser el detective de Boston, el inmortal comisario Maigret de Simenon, Miss Marple el otro gran personaje de Agatha Christie, El Santo basado en Leslie Charteris… ¿En tu percepción, Toño, qué falla para que estemos perdiendo el potencial, la fuerza, el testimonio de nuestra cultura nacional, crítica a la vez, de los personajes de René Vergara, el propio Heredia de Ramón que quedó descontinuado, Román Calvo (el Sherlock Holmes chileno), tu Rakatán, los delincuentes tan bien retratados por Méndez Carrasco, el paco Rivano o Luis Cornejo?
–La respuesta obliga a separar las aguas: por un lado los canales comerciales privados y por el otro el del Estado. Vecino a ellos, por igual habría que ubicar al CNTV. En tales entidades radica el desprestigio ganado por el medio frente a la sociedad. Podría efectuar otra división y, agregando la TV Cable, hablar de la televisión de los ricos que pueden pagar y la de los pobres obligados a comer una basura llamada entretención y que tiene por objetivo obstruir su capacidad pensante. Conformista, podría decir: dejemos que, amparados por el rating, los privados ganen poder y dinero. Total es su billete y despreocupémonos de la realidad de TVN y sus fabulosas pérdidas. Lo terrible es que esta última por ley es de carácter público y ofrece una programación idéntica a la de las estaciones comerciales. Entonces, ahí es donde se produce el desastre creativo y de identidad, pues cierra cualquier posibilidad a los artistas y escritores nacionales a mostrar sus obras. Evidentemente en la fragua policial abundan los ejemplos de personajes (estoy recordando al sabueso Ignacio Sánchez parido por Antonio Rojas Gómez) que podrían aterrizar en la pantalla. Es más: ¿acaso no sería posible que él, Heredia o Rakatán pudieran investigar los actuales escándalos de corrupción política y estafas de los delincuentes de cuello y corbata que huyen al extranjero? A los directivos de los canales que invierten en la compra de franquicias de realitys estúpidos, les falta formación audiovisual, conocimiento, talento, creatividad y audacia.
–Pues bien, deseo cerrar esta grata charla con algunas palabras en torno a la promoción del género negro, tema que tú, Toño, ha puesto sobre la mesa. Nadie más interesado que los autores en que se lea más en Chile, en nuestra patria grande latinoamericana… y en nuestro idioma castellano. Esperamos que estas conversaciones apoyen esa idea. Está muy bien leer a grandes autores traducidos pero alguien tiene que registrar la riqueza de nuestro idioma, con sus particularidades en cada país y con sus dispares expresiones al interior de cada cual, social, étnica, cultural y regionalmente hablando. Cada libro es único. En la ficción a veces hay más verdad que en los ensayos más sesudos. Y eso lo hacemos los autores y autoras de género policial/negro. No para vender, no es lo que más nos interesa. Y bueno, gracias a Toño Freire por poner las vivencias de la bohemia santiaguina en sus ingeniosos libros, que así nos enteramos cómo era la gente real de toda una época, con sus hablas propias, no por medio de las frías frases del historiador o las a menudo superficiales píldoras de la red, copiadas una y otra vez.
Bartolomé Leal
(Fotografía introducción: Andrés Reyes, en La Casa del Escritor)
Esta entrevista está incluida en el libro Trazas negras. Conversaciones sobre novela policial y negra en Chile editado por Ediciones Plazadeletras.
Interesantes y certeras opiniones de Toño Freire. Merecen ser escuchadas y tomadas en cuenta por los responsables de la televisión, más allá del rating y los negocios.
Mi comentario politicamente neutro.
“Opinion de Freire”.