Profesor, educador e historiador, novelista y cuentista, Juan Ignacio Colil Abricot es también un hombre entusiasta, que no se toma a sí mismo demasiado en serio, que practica el humor sin dobleces y persiste en su tarea literaria porque está entre lo que más le gusta hacer. Fue galardonado en 2016 con dos premios literarios, en España y Argentina (Córdoba). Ambos libros estarán pronto circulando, aunque difícilmente en Chile. Al menos en la prensa convencional y en los círculos culturales, nadie se ha emocionado mucho. De esto nos pusimos a conversar un día en un boliche de Plaza Italia. Lo que salió va enseguida…

 

-Los premios literarios ¿cómo se ganan? ¿Cuál es tu receta, si es que la hay? ¿Vale la pena el esfuerzo de concursar?

No tengo recetas para los premios literarios. Creo que lo único que vale es escribir y no decaer en el intento. Leer, conocer otras obras y nutrirse de otras ideas. Creo que el tema de los concursos tiene también mucho de azar. He enviado cuentos y novelas a muchísimos concursos en estos últimos años y por lejos, las veces que he ganado un premio deben representar quizás un 5% de todos los trabajos que he enviado. Quizás lo único que trato es que las novelas y cuentos sean capaces de entusiasmar al imaginario lector desde el inicio. Cuando yo leo algo, me gusta sentirme motivado desde el principio, ahora el punto es distinguir qué es lo que motiva. Eso es una buena búsqueda.

-¿De qué van las novelas premiadas, nos puedes contar un poco sin traicionar el misterio?

El año 2016 obtuve el Premio de Novela Negra «Cosecha roja», en Valencia con una novela que se llama «Un abismo sin música ni luz». El título es un verso de Violeta Parra, de «Run run se fue pal norte», y es una obra que está inspirada (si se puede decir así) en el asesinato de Gloria Stockle, ocurrido en 1980, en un regimiento en Copiapó. Tomo este hecho como el motivo central de la novela, pero la obra no es la historia novelada de este crimen. Es una narración construida por muchísimos capítulos breves, de decenas de personajes de tres épocas distintas que giran en torno a ese primer crimen del cual se desprenden otros. Si bien los crímenes son importantes en la historia, lo que me interesa es ese sentimiento de impunidad de algunos y como eso se proyecta a través del tiempo.
Con la novela «Los muertos siempre pueden esperar» obtuve el premio en Córdoba Mata 2016 en Argentina, una historia ambientada en el Santiago de hoy, con algunos de los problemas de actualidad engarzados con viejas historias. Migrantes latinoamericanos en el viejo Santiago, jóvenes mapuches acorralados, la maquinaria del mal por otro lado y un protagonista que no es un modelo de virtud. Quería una historia rápida en esta ciudad tan oscura que tenemos.

-¿Cuál es la conexión entre éstas y tu obra anterior? Y también en tu obra futura, sé que eres bastante prolífico literariamente y que cuando se te pide algo, siempre cumples…

Ambas novelas las escribí entre el 2013 y el 2015 más o menos. Toman y tocan temas y personajes que he trabajado en otros trabajos, algunos publicados y otros no. Creo que siempre existe una continuidad en lo que uno escribe, por lo menos para mí. Es difícil sacudirse de lo que uno hace, por lo menos a mí no me resulta fácil y lo de los crímenes para mí es una excusa para hablar de esa crueldad institucionalizada, ese mal que se han permitido algunos y que los sitúa en un marco de impunidad construido en base al olvido. Muchas veces pienso que siempre estoy escribiendo lo mismo, le sigo dando vueltas a las mismas ideas y esa sensación me obliga a esforzarme un poco más y darle un giro. Casi siempre estoy con algún proyecto en camino, cuentos o novelas. Creo a veces me gana la ansiedad. Ahora estoy corrigiendo más, lo que me nubla un poco. Pronto aparecerá la novela «El reparto del olvido» por LOM, también es una novela en clave negra.

-¿Te sientes un cultor en exclusiva del género negro?

No me siento en particular un escritor de novela negra cien por ciento, aunque quizás todas las novelas que he escrito tienen ese sello aunque siempre por alguna parte no es tan claro y se triza el esquema. A veces me gustaría escribir otro tipo de novelas, pero finalmente siempre termino en lo mismo. No es que yo me coloque una camisa de fuerza, simplemente se me da así. En los cuentos, en cambio, hay de todo. Considero que tengo varias vías de expresión, no es que me acomode más o menos que la novela negra. Son canales paralelos. Me siento cómodo en ambos espacios.

-Tu labor de educador y profesor, ¿cómo se compatibiliza con la escritura, negra sobre todo?

Ser profesor no me suma ni me resta en mi labor como escritor y al revés sucede lo mismo, pensándolo bien creo que más suma que resta, en el sentido que ser profesor te permite estar en contacto con mucha gente y mucha gente siempre es sinónimo de muchas historias. Eso no significa que uno simplemente transmita las historias de otros, porque también existe la confidencialidad, la reserva, la confianza. En eso un colegio se parece a una novela rusa con cientos de personajes y miles de páginas, e historias dentro de otras historias. No siento que por ser profesor y director tenga que censurarme, me llama la atención que algunas personas les extrañe que uno pueda ser profesor, director de un colegio y escritor. Hay gente que va al gimnasio, otros suben cerros, otros coleccionan estampillas.

-A tu apellido paterno Colil, que entiendo es mapuche y significa “rojo” ¿le has hecho seguimiento para ubicarlo geográfica y genealógicamente? Al respecto, el tema mapuche ¿es relevante en tu literatura y en tu escritura?

Respecto a mi apellido mapuche, reconozco mi origen y familia, y estoy de acuerdo con muchas de las demandas que se plantean en este punto. El tema mapuche está en algunos de los textos que escribo. Pienso que uno escribe desde lo que es, siempre la escritura es una herramienta para escarbar en la historia propia y en la cercana, pero no me gusta que se piense que la literatura mapuche es un tipo de literatura y que uno por ser mapuche tiene que escribir de esa forma o de ciertos temas. No me gusta la mirada museográfica sobre lo mapuche y sobre los pueblos originarios en general. Hay gente que anda con el «mapuchómetro» en la mano para medir que tan mapuche es uno. No me gusta esa visión estereotipada. Creo que esa es una visión estrecha de la literatura y de la vida misma. Nos acostumbramos a encasillar a la gente, supongo que para ordenarnos cada uno respecto a los demás, pero eso son solo prejuicios. Yo también cargo con los míos.

-En ese marco, digamos étnico, ¿cómo ves la literatura policial/negra?

Novela negra étnica conozco poco, muy poco. Salvo tus obras, de las que aún me faltan varias por leer y creo que es un camino que también nos ayuda a mirarnos en nuestra cultura latinoamericana, a desentrañar nuestros vestigios.

Bueno, hasta aquí dejamos esta catarsis. Seguirán pronto reseñas de las novelas premiadas a fin de entusiasmar a los potenciales lectores, que sin duda disfrutarán de las obras de Colil, más apreciadas en el extranjero que en el provinciano e indiferente medio cultural nacional. Tuve la suerte de conversar con algunos de los jurados del premio «Córdoba Mata» y se mostraron admirados por la calidad, la humanidad y la precisión de la novela de nuestro amigo, lo cual inclinó al jurado por encima de otras obras reconocidamente meritorias.

Bartolomé Leal, Junio 2017

(Fotografía introducción: Amable garzón no identificado).

 

Esta entrevista está incluida en el libro Trazas negras. Conversaciones sobre novela policial y negra en Chile editado por Ediciones Plazadeletras.

Disponible a la venta aquí

One thought on “Catarsis con Juan Ignacio Colil”

  1. “Lou”, “Al compás de la rueda”, “Tsunami”, son algunas de las obras de este gran escritor, que debiera tener mayor visibilidad de la intelectualidad nacional. Esto, evidencia que para ser buen escritor, no hay que andar arrodillándose ante nadie. Bien por Juan Colil!!!

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