¡Bartolomé Leal al habla!:  Blog de novela policial y negra

La conexión entre la ingesta de alimentos y el crimen tiene una larga tradición en el género policial, sobre todo tratándose de la escuela o estilo que se ha llamado del “enigma”. El instrumento de tales crímenes es algo que los aficionados conocen bien: el veneno. Agatha Christie utilizó bastante el recurso. Desde ya era enfermera y sabía del asunto. Menciono de memoria tres títulos con envenenamientos: El misterioso caso de Styles (1920), con Hércules Poirot en un caso de estricnina; Cianuro espumoso (1945), con aquel compuesto haciendo de las suyas; y El misterio de Pale Horse (1961), donde se emplea la ptoína. Entre muchas otras formas letales que aplicó la extraordinaria doña Agatha en novelas y cuentos, incluidas la nicotina, la cocaína y la belladona.

 Una buena muestra de otros autores está en una antología que se titula Asesinatos a la carta (1984), donde el uso del veneno se asocia a un menú. Cuenta además con un anfitrión privilegiado: Isaac Asimov. El gran maestro de la ciencia-ficción, doctor en bioquímica, está a cargo de la Introducción, donde se explaya sobre la batalla que se da en el cuerpo entre las enzimas y los venenos en un caso de intoxicación. Siguen 16 cuentos de crímenes repartidos en los siguientes capítulos: Consomé, Entremeses, Entrada, Ensaladas, Plato de fondo, Condimentos, Bebidas, Postre, Frutos secos y Sobremesa. Como bonus track: Sobras para el perro. Asimov advierte: “Les ofrecemos aquí un buen número de relatos en los cuales el asesinato y la comida aparecen unidos y, como verán, el vínculo no es siempre el veneno”.

 

 Los autores son, entre otros: Ruth Rendell (con su héroe recurrente, el inspector Wexford), Rex Stout (con Nero Wolfe, el gordo bebedor de cerveza en su penthouse de Nueva York), Stanley Ellin (que aporta un clásico, “La especialidad de la casa”), Lord Dunsany (conocido de los admiradores de Lovecraft), el errante  holandés Janwillem van de Wetering, y Bill Pronzini, eminente estudioso del género policial.

 Para que los seguidores de este blog no queden con hambre, menciono una novela originalísima en la misma vena: Están matando a los grandes “chefs” de Europa, de Nan e Iván Lyons, publicado originalmente en 1976. Es por supuesto el mundo de la alta cocina. Una dama llamada Natasha O’Brien, destacada columnista gastronómica de Nueva York, es contratada por la reina de Inglaterra para que prepare su especialidad, la Bombe Richelieu. Al día siguiente de su llegada a Londres, un chef íntimo de ella es hallado dentro del horno del elegante hotel Savoy, debidamente asado. Otros atentados contra cocineros top se suceden, amén de intrigas, sea para robarse recetas, o para levantarse entre los establecimientos a los mejores cocineros del mercado.

 Crimen y farándula exultan en este libro, que sólo por su trama ya sería sumamente entretenido, llena de personajes extravagantes: ególatras supremos como los grandes chefs, mafiosos implacables y sanguinarios, deleznables cocineros de comida rápida y, entremedio, la heroína tratando de burlar los atentados y preparar sus platillos. Sin embargo, el libro está también tapizado de recetas, ya que sus autores, norteamericanos ambos, aparecen señalados entre los mejores chefs de su país, responsables de decenas de libros de cocina y experimentos culinarios exóticos; aunque lejanos al mundillo, espinoso y viciado, de los críticos gastronómicos.

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