¡Bartolomé Leal al habla!:  Blog de novela policial y negra

 

Como los lectores del género bien lo saben, Díaz Eterovic es el creador del detective Heredia, un personaje paradigmático que ha protagonizado quince novelas, un volumen de cuentos, un comic y una serial de televisión. Un personaje de quien se puede decir, por lo menos, que ha sido testigo de la historia nacional; la historia de los comunes, bien entendido, de los que pelan el ajo; no la de los próceres o pseudo próceres. Sólo un zafio descocado, intoxicado con mercurio (ocurre en las minas de oro), podría desconocer el aporte colosal que este escritor ha hecho al género negro nacional y latinoamericano; a lo que se suma, a través de profusas ediciones en idiomas extranjeros, su contribución a la primera línea del género policial y negro a nivel mundial.

 En la Feria internacional del Libro 2014, este gran maestro presentó su última novela, La música de la soledad. Hermoso título, como el autor nos tiene acostumbrados, aunque también un libro contundente, enjundioso, de 350 páginas bellamente impresas por Lom Ediciones. En esta ocasión el tema central es uno de aquellos tópicos que en Chile son pudorosamente evitados: la contaminación ambiental. Por ejemplo, nunca se menciona, o cuando se lo hace es rápidamente obnubilado, que la llegada a Santiago de Chile desde el aeropuerto por la fabulosa autopista privada, nos hace contemplar un rosario de callampas digno del más pobrecito país africano. Igualmente, la riqueza del país, sustentada en la minería, se hace al precio de envenenar y desplazar a la población, destruir el territorio, agotar el agua, acabar con la fauna y flora, transformar el paisaje en un gran basural, contribuir a la desertificación y el resto. Mejor correr un tupido velo.

¿Quién le pone el cascabel a ese gato? Pues Heredia. Sin embargo, el detective no está para resolver el problema, no está para suplir la inepcia del estado o la venalidad del empresariado. Lo que hace es investigar por encargo de la viuda de un amigo, abogado, asesinado sin que nadie pueda dar una explicación razonable. Un tozudo, como tantos jueces de derechos humanos que buscaron desentrañar la verdad, contra viento y marea. Pues aquel abogado se había puesto a investigar la veracidad de las denuncias ciudadanas, respecto a los daños y riesgos que significa el tranque de relaves de una empresa minera en el norte. Eso le cuesta la vida y aquello es lo que investiga Heredia. 

Nada de maniqueísmos en todo caso. Díaz Eterovic no está para eso (Heredia mucho menos). Hay ejecutivos prepotentes y gente que está de acuerdo con la empresa, que lucra con su instalación, que no se inmuta ante los desastres que está provocando. Entre ellos los mini poderosos del pueblo afectado, carabineros incluidos; y también gente más común, hoteleros, comerciantes, periodistas e incluso el cura, que han sido corridos con amenazas o comprados con la táctica habitual: el evangélico plato de lentejas.

Escena memorable es cuando Heredia va a confesarse con el párroco, única forma de sacarle alguna información, para enterarse de la bendición eclesiástica al tranque de relaves. Hay también una caterva de personajes ambiguos, de esos que se dan vuelta la chaqueta a la primera de cambio. Hartos tenemos en la sociedad chilena. En síntesis, La música de la soledad es una potente novela que suma a la extensa saga de Heredia y nos ofrece un registro diferente, sin renunciar al encanto de ese personaje, que como los del gran Balzac, es testigo lúcido de los pesares de nosotros los chilenos.

 

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