Así, sin mayores correcciones ni investigaciones, al ritmo que me provocan la pena y la rabia, me permito escribir estas notas en recuerdo del caricaturista Wolinski, asesinado junto a varios de los mejores dibujantes franceses por un grupo de fundamentalistas islámicos.

Yo venía recién llegando a París a hacer estudios, tras el golpe de Pinochet. Sabía algo de francés pero nunca suficiente. Mi idea era conseguir algunos libros de segunda mano, novelas sobre todo, de Balzac, Diderot, Flaubert, Simenon y otros grandes, para mejorar mi dominio del idioma. Un amigo me dijo: nada de eso, tienes que leer bande-dessiné si quieres realmente conocer el francés de todos los días. Y me regaló un alto de revistas. Entre ellas estaban L’Echo des savanes, Fluide Glacial, Metal Hurlant y, sobre todo, Hara-Kiri, la revista donde Wolinski se producía. Como decía el subtítulo, sacado de una carta de un lector: journal bête et méchant (periódico estúpido y malvado).

 

Wolinski era un dibujante virtuoso y un obseso sexual de primera línea. Nada que tuviera que ver con el noble arte de amar a las mujeres, sobre todo en pelotas, le era ajeno. En pocos trazos lograba una sensualidad sin igual. Además, era un militante ateo sin concesiones, dispuesto siempre a mostrar la estupidez que se oculta tras el autoengaño de la fe. Sobre todo cuando ello empieza a generar y fomentar formas letales de convivencia. Como las que gatillaron este crimen.

A propósito de su inclinación por el amor carnal, me permito reproducir esta frase suya en una entrevista, en cierto modo su epitafio (mi traducción): “Quisiera ser incinerado. Le he dicho a mi mujer: tirarás mi cenizas en la toilette, de esa forma podré contemplar tus nalgas cada día”. Tal vez por eso un articulista lo llamó pervers pépère (el abuelo perverso), como un personaje creado por Gotlib, colega suyo de Hara-Kiri. Wolinski colaboró con muchos diarios y revistas en Francia durante su vida.

Wolinski era feroz en el tema político, aunque para cierta gente tal vez un tanto ecléctico. El mismo amigo francés que años ha me regaló las revistas fue mezquino, como buen ultraizquierdista, calificando la masacre de cobertura del gobierno y afirmando: Wolinski no merecía nada. Tal vez lo decía porque el dibujante era judío y mi amigo se sentía solidario con los palestinos. Tal vez porque Wolinski alguna vez perteneció al partido comunista. Tal vez porque nació en Túnez. Tal vez porque dibujó para periódicos de derecha. Tal vez porque la pequeña política enceguece…

Para mí todo ello hace más admirable a Wolinski, comprometido antes que nada con su oficio. Los asesinos lo encontraron junto al resto de sus colegas en reunión de comité editorial de la revista Charlie Hebdo (un nombre inventado por Wolinski para molestar a Charles de Gaulle). A sus 80 años, allí estaba, como el artillero al pie del cañón. Según un testigo, los asesinos le dispararon en la cabeza a fin de impedir que pudiera sobrevivir. Hoy día, con los asesinos asesinados (cuántas veces nos ha tocado el mismo fenómeno), nunca se sabrá quiénes realmente estuvieron detrás de este atentado brutal. Un cretino mandado por cretinos ajustició a un genio. ¡Perro mundo!

 

 

 

Bartolomé Leal

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