¡Bartolomé Leal al habla! – Blog de novela policial y negra

 

El norteamericano Michael Connelly (Filadelfia, 1956) es quizá la estrella más brillante del actual panorama de la novela policial en su país. Y digo bien policial, porque lo suyo es sobre todo la investigación de delitos de sangre desde el punto de vista de la ley. Su personaje más recurrente es el detective del Departamento de Policía de Los Ángeles y alguna vez del FBI, Hieronymus Bosch. Unos pocos descubren que se trata del mismo nombre que un pintor flamenco del siglo XV, otros le llaman “Hieromnibus”, de modo que prefiere que le digan Harry. Protagoniza o coprotagoniza una saga que comporta unos 20 títulos entre 1992 y 2015. 

 

Un detalle interesante es que varios miembros del equipo policial también surgen en esas novelas, y Connelly se las arregla, más o menos, para señalar qué hicieron en otras investigaciones (y en otros libros), creando así ansias en algunos lectores y en unos pocos, confusión. Como sea, es grato leer de nuevo que allí están Rachel Walling o Eleanor Wish, Terry McCaleb o Jack McEvoy, todos polis gringos típicos, como los de las películas. También reaparecen conspicuos asesinos, tal el Poeta, ex jefe de policía convertido en criminal, con cara nueva, identidad postiza y maldad exacerbada. De hecho, todos se lucen en Cauces de maldad (2004), una de sus mejores obras, variante de una estructura sumamente rentable: el asesino serial súper astuto que pone trampas.

Escritor del siglo XXI, Connelly utiliza bastante la parafernalia contemporánea: cámaras de video, celulares, computadoras portátiles, correo electrónico, GPS, jets privados, limusinas, SUVs, fotografía digital, CDs, libros electrónicos, etc. No obstante, como es previsible, los anacronismos lo acosan. El mundo de las comunicaciones va más rápido, lo moderno en 2004 es anticuado en 2015. No faltan los lectores que se dan cuenta. Aunque bastante más actualizado, a Bosch le pasa como a Poirot, que debe batallar con las operadoras telefónicas; o a Marlowe, que no puede con su máquina de escribir. Aunque se declara admirador de Chandler, Connelly es más cercano a la segunda generación de grandes maestros del género, como John D. MacDonald, Elmore Leonard o Ed McBain.

Nueve dragones (2009) es otra de las buenas novelas de Harry Bosch. Entre Los Ángeles y Hong Kong se mete en el tema de las mafias chinas, las “tríadas”. Aunque el libro no es demasiado original no se puede negar su eficacia para atrapar al lector. Uno está en ascuas de principio a fin, llega  a jadear para saber cómo se resuelve un extraño caso de secuestro. Le perdona al autor sus artimañas, no siempre verosímiles. Cabe mencionar que en este caso hay mayor actualidad en lo que respecta a los gadgets electrónicos: el detective usa un teléfono en modo cámara, recibe videos y envía imágenes por email; aunque respecto a redes sociales está recién en Twitter. La policía usa también métodos ultrasofisticados para analizar pruebas.

Una frase de Connelly tal vez explica su éxito, cuando el detective Bosch afirma: “Para mí era un truco del oficio fabricarme una conexión emocional con el caso. Me ayudaba a atizar el fuego…”. Algo bastante certero tratándose del lector de género negro, a menudo inclinado a buscar emociones fuertes y crítico de las mugres de la sociedad. También expresa: “La verdad no nos hace más libres”.

Michael Connelly ha ganado los más prestigiosos premios del género policial y negro, ha publicado y sigue publicando artículos y reseñas, le han encargado un buen número de antologías y es asiduo colaborador de revistas con sus relatos cortos. Se hacen películas de sus libros. En un medio como el norteamericano, tan competitivo, se ha mantenido en la brecha, publicando obras que entregan atisbos de la subcultura norteamericana que nos domina (sobre todo desde el cine y la televisión); y que a menudo nos gusta como si fuera propia. Una treintena de títulos confirma su sólida reputación, la mayor parte traducidos al castellano por las mejores editoriales españolas. 

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