«Dedicarse al género policial es proyectarse hacia el silencio»

 

En una desolada Feria Internacional del Libro 2018, conversamos con Paula Ilabaca, autora emergente del género pero con una larga trayectoria en poesía, con formación académica en literatura y, además, poseedora de una pasión creativa que no desmaya. Su única novela hasta ahora, La regla de los nueve, muestra un sólido manejo del arte de la escritura (a pesar de ser su primera incursión de largo aliento en la prosa narrativa) y, además, un conocimiento de los procedimientos policiales que muchos nos quisiéramos. Sobre estos tópicos intercambiamos ideas, lamentando de paso el sórdido intríngulis comercial en que chapotea el negocio del libro; y esperando que para la próxima versión de la FILSA aquello se resuelva, que todos estamos perdiendo: autores/as, lectores/as y editoriales.

 

-Tu novela desemboca recién tras tres cuartos de desarrollo en una temática que podríamos llamar literalmente “policial”. ¿Crees que pueda ser calificada de novela de género? 

-Sí, de hecho es una novela del género y me gusta la idea de que se lea como policial, aun cuando pase lo que tú indicas. Cuando recién la escribí, y la novela no eran más que fragmentos que se iban uniendo, varios de esos fragmentos eran la voz de una madre que contaba cómo era su vida con un hijo poeta. En algún momento de esa escritura, pensé en un interlocutor para sus palabras, y así imaginé que estaba contándole su historia a un detective en una entrevista policial. Entonces, una madre produce esta habla, a partir de las preguntas del Subcomisario Cuevas, quien conversa con ella para llegar a dilucidar qué es lo que pasó con su hijo Gabriel y cuáles son las razones por las que termina quemado en su pieza. Así es que viéndolo de esa manera, sería un policial de principio a fin.

-Me pareció interesante tu manejo del suspenso desde el inicio, lo cual puede compensar al lector fan del género que busca la acción inmediata y suele abominar de los trámites. ¿Qué opinas de esa apuesta?

-Tal como te comenté anteriormente, estaba esa idea de que la madre al hablar produce estos retazos de una historia que quiere ser cronológica, pero que en frío es el discurso de una mujer que acaba de enterarse de que su hijo ha muerto en el segundo piso de su casa. Es de esa manera como en su relato ella produce cierto suspenso en sí, ya que inevitablemente está el shock que la muerte de su hijo le produce, pero también ella al hablar va hilando de forma casi inconsciente, una historia en la que ella misma busca hitos, situaciones que la lleven a una explicación. Ahora, contestando tu pregunta, es una apuesta arriesgada, ya que el lector se ve eclipsado por este relato de la mujer, pero también creo que puede verse como un desvío o «un trámite» como mencionas, en vez de lo que un lector duro del género quiere leer: policial. Asimismo, pienso que un lector no tan categórico del género, puede llegar a gustarle este inicio que lo lleva a adentrarse lentamente en el mundo ya netamente policial.

-En tu libro hay un mundo de jóvenes que parecen típicos, beben, hacen el amor libremente, se drogan y leen poesía en forma casi natural e ingenua, sin embargo esconden psicopatías duras, lo que lleva a transformar la juerga y la diversión, incluso las penas de amor, en algo sórdido y destructivo. ¿Buscaste ese efecto?

-Me interesaba la figura de Gabriel, como un joven chileno arribista, interesado en asuntos que por clase, él creía que no le pertenecían. Entonces todo lo que describes es un puente hacia eso que él desea con todas sus fuerzas: dejar atrás su lugar de origen. Los amigos que tiene, la gente con la que se relaciona, todo le lleva a eso que él desea. Ahora bien ¿puede este deseo transformarse en una psicopatía? Como escritora te diría que no, aunque la respuesta final debiera darla un especialista. Para mí Gabriel y sus amigos son jóvenes involucrados una y otra vez en actos vertiginosos y en ese mismo vértigo la vida se les abría y ellos se arrojaban sin pensar en consecuencias. Todo lo que les rodeaba les servía para sus actos, ya fuera desde la rabia, el amor o incluso la desidia. Me gusta pensar en que conocí y viví en una generación así, que luego repuntó (o se rindió) ante un sistema que borró todos sus arrebatos de la adolescencia y lo que vino después.

-Muestras conocimiento de los procedimientos policiales (que es incluso un subgénero dentro del policial/negro). ¿Cómo lo lograste? Detalla algo de eso.

-Trabajé en la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) durante un poco más de 10 años. Entré recién titulada de profesora como docente de la Escuela de Investigaciones Policiales. Cuando trabajaba ahí, hubo un llamado nacional para entrar como Perito al Laboratorio de Criminalística. Postulamos 900 profesionales de distintas áreas y quedé. Trabajé como Perito Documentoscópico durante casi tres años, y para convertirme en Perito, tuve que aprobar un curso de Criminalística en la Academia de Estudios Policiales. De ahí viene mi cercanía con los procedimientos policiales y el tema en sí. Súmale a eso que soy hija de policía, mi padre llegó a ser Subdirector de la PDI, entonces siempre le pido su consejo, le doy a leer capítulos o textos que voy trabajando para que me oriente o instruya sobre algo en particular. Crecí entre libros de criminalística, que leía a escondidas, entonces lo policial estuvo siempre presente en mí. Además, tengo grandes amigos que me dejó la PDI, Peritos y Policías, que me han ayudado a dar forma a mis personajes policiales.

-¿Continúas trabajando en narrativa policial o negra en la actualidad?

 -Cuando terminé de escribir La regla de los nueve apareció una escena en mi mente que comencé a articular por medio de la escritura de capítulos, apuntes, anotaciones, lectura de textos de criminalística, conversaciones con amigos. Casi al mismo tiempo, un día conversando con mi padre, me contó un caso que lo tocó cubrir una noche de Navidad, cuando era un joven detective de la Brigada de Homicidios. Han pasado casi cuatro años de esos dos hechos que provocaron la escritura de esta nueva novela y ya está tomando forma. Es la segunda parte de La regla… y en la historia o hilo narrativo ya pasaron cinco años: la detective Leiva ya es Inspector, el Subcomisario Cuevas es un Subprefecto y volvemos a verlos involucrados en un nuevo caso que nos llevará a la muerte de Gabriel. Como dije, son casi cuatro años de escritura que están tomando forma lentamente y me gusta el proceso, ha sido intenso, y lo más curioso es que ha seguido una sola línea que va alimentándose, puliéndose con el paso de los años.

-¿Eres lectora del género y cuáles son tus autores/as de preferencia?

 -Comencé leyendo los clásicos: para mí «Los crímenes de la calle Morgue» de Poe sigue siendo el punto de partida brillante y letal del género. He estado investigando autores estos años de escritura de policial, pues como sabrás, yo llevaba años de escritura poética, publicando libros de poesía, leyendo casi exclusivamente poesía y recibiendo premios por mi oficio como poeta cuando decidí hacer este giro en mi propio lenguaje escritural. Pues bien, leí a Tove Alsterdal con su hermosa novela negra Mujeres en la playa que me alucinó y me dio perspectivas distintas y contemporáneas sobre este tipo de escritura. Ahora estoy sumergida con la irlandesa Tana French y el primer policial que publicó El silencio del bosque que es simplemente brutal y estremecedor. Entremedio mi gran amor siempre es Patricia Highsmith y su Mr. Ripley. Estoy feliz. Y espero seguir leyendo más.

-Tú tienes formación en literatura. ¿Cómo ves al género policial y negro desde un punto de vista literario?

-Lo veo como un género incomprendido, subyugado a ser menor, como si se tratara de una literatura menospreciada y, por lo demás, maldita. Estos últimos años ha tenido más presencia y por lo que he observado se ha ampliado y ha dado saltos bastante disímiles a lo que fue en su estructura más clásica. Pensemos, además, que su nueva configuración tiene menos de 100 años, por lo que me parece que es un género muy interesante de abordar, que está repensándose, reconstruyéndose de nuevo. Justamente en un contexto social mundial donde las instituciones y los aparatos de poder están siendo cuestionados, revisados y conflictuados; creo que el policial y el negro tienen mucho que decir y aportar.

-¿Qué te parece el desarrollo del género en Chile?

-Me parece que está tomando fuerza y está siendo abordado con una nueva energía por autores ya consagrados y por otros completamente nuevos con una especial complejidad.

-Me juego por una opinión. Creo que en Chile hay poca producción del policial/negro por parte de mujeres. Destaco a Gabriela Aguilera y Sonia González, por supuesto. Hay otras emergentes, como Julia Guzmán. Pero en general nuestras escritoras no están aún a la altura de los varones ni del estándar mundial, con colosales autoras desde sus inicios. Pienso también en Argentina, que tiene una pléyade de escritoras del policial/negro: Claudia Piñeiro, Mariana Enríquez, María Inés Krimer y otras, que responden en calidad y cantidad. También España, recuerdo de memoria a Rosa Ribas y Alicia Giménez Bartlett.

-Estoy de acuerdo con lo que expones, verás, en Chile ser mujer ya es un asunto complejo, más aún ser escritora: añade a eso dedicarte a un género que es comprendido y entendido siempre desde lo masculino. Cuando publiqué mi novela, hubo varios comentarios del tipo: «ah, pero es policial». Ese pero tenía cierto tono de «qué lástima, pudiste haber escrito otra cosa» o «nunca voy a leerla» como si ese interlocutor estuviera ya antecedido por una fatalidad o determinado por algo que no funcionaría en mi texto. Creo que dedicarse al género policial es proyectarse hacia el silencio y poca difusión de parte de tus colegas, de parte de la propia industria. A mí ese escenario me fascina, creo que esos obstáculos precisamente le dan más asunto al policial, lo hace más atractivo al menos para mí.

-¿Cabe el género en algún proyecto tuyo inmediato? Cuenta más de eso.

-Tal como te comenté antes, estoy trabajando en la segunda parte de La regla de los nueve. Mi primera novela la escribí en diez días, una escritura «en llamas» como siempre decía, de hecho su primer título fue ese. En esta segunda parte he ocupado un poco más de tiempo. Siento la misma urgencia, pero me lo he tomado con mayor tranquilidad, lo cual le da cierta emoción de otro tipo, creo yo.

-Hemos hablado de género en dos acepciones, por un lado el tema del género femenino y su lucha, por otro lado el género policial. ¿Qué visión tienes de otros géneros literarios que también han hecho su aporte al arte, sobre todo a nivel popular, como la ciencia-ficción, el horror, el erótico, el rosa, etc.? 

-Me gusta la idea de autores que inventan seudónimos para poder dedicarse a los géneros que mencionas, muchas veces explicitados como subgéneros. De hecho hace poco me conseguí un texto donde se analizaba la estructura de tres «parias» literarios: la novela rosa, la de aventuras… y el policial. Me da curiosidad cómo el canon construye estereotipos sobre temáticas literarias y al mismo tiempo pareciera que hunde a todos los que se involucren en ello. No sólo autores, también los lectores. Escuchaba hace poco a una persona que me decía: «a ti, que te gusta estas novelitas, pues, las policiales». Y ese «novelitas» expresado en tono despectivo. En fin, para responder a tu pregunta, cómo no mencionar el fenómeno 50 sombras de Grey que puso de cabeza a leer a una multitud de mujeres sin importar edad, estudios, aficiones, caracteres, etc. Con las que interactué, mientras leían las 50 sombras…, les recomendaba Nueve semanas y media de Elizabeth McNeill. Mucho más breve y más perversa. De todo mi gusto. Intrusié las 50 sombras… pero no me dio, para mí era superior Nueve semanas… Me gusta cómo estos subgéneros en apariencia, remueven a lectores, a no lectores, los hacen descargar un pdf que está online, conseguir el libro en papel. Me gusta mucho ese efecto que tiene este tipo de textos.

 

 

Esta entrevista está incluida en el libro Trazas negras. Conversaciones sobre novela policial y negra en Chile editado por Ediciones Plazadeletras.

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