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¡Bartolomé Leal al habla!  Blog de novela policial y negra

 

Mientras más los leo más me convenzo de algo: los gringos son los mejores. Me refiero a novela negra, por supuesto. Pueden aparecer genios puntuales en otras partes, como Camilleri, Andreu Martin o Mankell; amén de modas pasajeras de dudosa génesis mercantil, pero es en Estados Unidos donde se produce desde hace años la mejor cosecha de autores. Claro, son los herederos de Hammett, de Chandler, de Patricia Highsmith, que se lo escribieron todo. ¿Todo? Por cierto que no. Aquel país es ancho y ajeno y se ha logrado el milagro de que esas anchuras y ajenidades no converjan en estándares reduccionistas. Pues entre ellos James Lee Burke, un autor cuyo tema es su tierra: New Orleans, y su enfoque, la mejor escritura posible. Está entre aquellos autores de quienes se dice: por encima de autor policial es un escritor de calidad.

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Destaco dos novelas suyas de lectura reciente: El Huracán (2007), cuyo núcleo detonante es el huracán Katrina que devastó a la ciudad de New Orleans, a pesar de los agoreros a quienes nadie escucha de que la especulación inmobiliaria y el crecimiento urbano terminarían por colapsar la resiliencia del entorno. La ciudad está destruida pero tras el huracán viene lo peor: la devastación moral. Los saqueadores, profesionales y espontáneos, se dedican a robar todo lo que pueden. De allí nace una de las tramas del libro, el desvalijamiento de la casa de un mafioso furtivo y su ulterior  venganza. Uno de aquellos canallas que llevan décadas pasando por honrados emprendedores exitosos, pero que alimentan los mercados ocultos de lo ilícito.

Pero también hay otras texturas y otros hilos en ese tejido ponzoñoso impregnado de las negras aguas que apestan la ciudad, como son las maniobras de las compañías de seguros para no pagar. (Entre paréntesis, tengo en mis manos la póliza de un seguro de vida al que me forzó mi banco por una deuda, donde se excluyen los ataques terroristas y los desastres naturales como causales de muerte que eximirían de pagos a mis herederos). En el libro hay entremezclados delitos como violaciones, porte de armas, consumo de drogas y estupro eclesiástico, que forman parte de ese contexto apocalíptico que rodea la furia del Katrina, el huracán, un nombre femenino que suena a diabólico.

Protagoniza el libro un personaje recurrente en Burke, el detective Dave Robicheaux, personaje central de una veintena de novelas. Otra de ellas se titula Black Cherry Blues (1988), y tiene como contexto la especulación inmobiliaria en New Orleans y la depredación ecológica comandada por las empresas petroleras en la región. La obra alterna locaciones con Montana, donde se ha ocultado un mafioso que, camuflado y con la ayuda de un batallón de abogados, matones y contables, se dedica a comprar terrenos con una mezcla de adulación y amenaza, para quedarse con paños de suelo que saben valdrán mucho, cuando se destape la olla de la presencia de riquezas en el subsuelo.

Pero Burke incluye otras temáticas en sus largas y fascinantes novelas, que lo tienen a uno agarrado de principio a fin. Por ejemplo, la amistad, en este caso de Robicheaux con sus amigos Dixie Lee Pugh, guitarrista fracasado contemporáneo de varios grandes del rocanrol; y Cletus Purcel, detective privado, hombre duro y golpeado, que no vacila en sacrificios de todo tipo por su amigo, como cuando cae a la cárcel acusado matar a mansalva a unos violadores.

Robicheaux, ex policía y ex alcohólico, es presa fácil ya que tiene un historial de violencia que no lo ayuda. Justamente ese tema, la experiencia en la cárcel, es un aspecto interesante del libro, acostumbrados como estamos a escritores negros que, como dicen en Córdoba, “viven sumidos en una nube de pedos” y desconocen la negrura de la realidad. Agreguemos el folklore de la zona, las comidas y carnavales, la música y la religión como elementos que dan a la novelística de Burke un sabor único y que justifican su aprecio entre el público lector, a niveles local y nacional. Y también en castellano, porque muchos de sus libros están traducidos; bien en general, aunque con los típicos problemas para captar el argot.

Vale agregar que James Lee Burke es un hombre con títulos académicos en varias universidades, que ha sido escritor residente en la Universidad de Louisiana (cosa vedada en Chile, conozco a un autor a quien varias universidades han mandado a la cresta por osar proponerse para ello), y que en tal asignación (no digamos cargo) Burke sucedió a su amigo John Kennedy Toole, autor de la magistral novela La conjura de los necios (1980), una obra fundamental de la narrativa ochentera.

Con autores como James Lee Burke se hace difícil no concluir que los gringos siguen siendo los mejores. Por cierto el maestro sigue produciendo, este año cumple 80.

 

 

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